Hace unos días, mientras buscaba en la zona de desastre también conocida como mi armario un objeto de cuyo nombre no puedo acordarme, desenterré unas revistas InQuest que de inmediato enviaron a mi mente al cofre de las memorias.
Durante varios años de la década de los 1990s, que facilmente podríamos extender hasta principios de los 2000s, el Centro Comunitario Estudiantil del campus Benito Juárez de la UABC se convirtió en el núcleo del universo geek de la ciudad, y la Mesa Central, su punto focal.
Al menos, para mi.
En ese espacio discutimos con tonos cuasi-filosóficos acerca de videojuegos, manga, cine y literatura de ciencia ficción y fantasía, comics, y anime. Y, por supuesto, juegos de rol, juegos de mesa, y juegos de cartas. Pero en el caso de los juegos, la praxis era preponderante.
Los juegos de cartas coleccionables eran los que tenían la presencia más visible, empezando con Magic: The Gathering, que a menudo dominaba por completo la mesa central. Pasaron muchos otros juegos de este tipo por la mesa pero pocos sobrevivieron al paso del tiempo, Pokémon y Yu-Gi-Oh! entre ellos. En esta lista de juegos que fueron y de juegos que son, puedo reconocer más de treinta que fueron presentados y testeados, pero no lograron la masa crítica necesaria para su continua publicación. Incluso mi favorito de aquel entonces, Doomtrooper.
Los juegos de rol tuvieron una presencia importante pero más sutil; después de todo su formato físico son libros. Recuerdo haber presenciado y participado en partidas de Advanced Dungeons & Dragons, Beyond the Supernatural, Heroes Unlimited, In Nomine, y Star Wars. Hasta una adaptación de Dragon Ball Z usando el Sistema D6. Por cierto, fue en ese espacio donde dirigí mi primera partida de rol usando la primera edición de Mutant Chronicles.
En el caso de los juegos de mesa, dependía de su nivel de portabilidad. Juegos físicamente ligeros, como ajedrez y Gran Dalmuti, se jugaban muy a menudo. El resto con mucha menor frecuencia, rozando en lo ocasional. Generalmente requería de un acuerdo previo entre las partes. En mi caso, cargaba con la caja de Siege of the Citadel solo cuando mis amigos creian haber desarrollado estrategias efectivas para lidiar con el poderoso Ezoghoul.
Pobres ilusos.
Por otro lado, recuerdo también un par de ocasiones en las que acudí con el administrador del centro comunitario con el fin de explicarle de que van estos juegos que nos gustan. Ambas ocasiones como consecuencia de que los guardias de las instalaciones prohibieron jugar a unos compañeros, debido a su desconocimiento de estos, más recientes, tipos de juegos.
La primera ocasión se debió a los juegos de rol, y la segunda a juegos de cartas coleccionables. En resúmen, los guardias observaron las mecánicas que proporcionan elementos de aleatoriedad en ambos tipos de juegos y asumieron que se trataba de meros juegos de azar con apuestas. En ambos casos, no encontraron elementos que les fueran familiares (como un tablero de backgammon o Monopoly) que les hubieran permitido deducir de manera diferente.
Por su parte, el administrador escuchó de manera muy abierta las explicaciones, levantó las prohibiciones, y se portó muy buena onda en ambas ocasiones. De tal grado, que posteriormente me permitió organizar en dichas instalaciones los primeros dos torneos oficiales de Magic: The Gathering de la ciudad.
Buenos tiempos.